¿Debo Abandonar mi Zona de Confort?

zona de confort

Abandona la zona de confort sólo si es necesario.

Llevamos toda la vida escuchando que debemos abandonar nuestra zona de confort, en especial desde la aparición del coaching.

Legiones de “entrenadores de vida” se esfuerzan a diario en hacernos creer que somos dioses de nuestra propia existencia y que, si algo no nos sale bien, es únicamente porque no nos esforzamos suficiente. La mayor parte de las personas insatisfechas que conozco, lo son porque iniciaron un cambio vital sin necesitarlo. El principio de la incompetencia de Peters también es aplicable a este ámbito; cuando uno supera su nivel de competencia se convierte en un perfecto incompetente. Si te sientes a gusto con tu vida, ¿por qué cambiarla?

Hoy vamos a reflexionar sobre esta filosofía de la autosuficiencia, tan perfecta en la teoría como surrealista en la práctica. Así que ante la pregunta  ¿Debo abandonar la zona de confort? la respuesta más indicada es: sólo si es estrictamente necesario.

Las oportunidades llaman a la puerta de los que las buscan. La vida te pone obstáculos, pero los límites te los pones tú. No importa dónde estés, sino a dónde quieres llegar. ¡Atrévete a soñar, enfréntate a tus miedos! El que quiere hacer algo encuentra la manera, el que no, encuentra una excusa. El éxito no está en vencer, sino en no desanimarse nunca. Que tus sueños sean más grandes que tus miedos. Cuántas cosas nos perdemos por miedo a perder, ¿eh? ¡Sal de tu zona de confort!

Estas y otras arengas se han ido colando en nuestras vidas hasta dar forma a una ideología omnipresente: debes lograr lo que te propones y si no lo consigues la culpa es tuya. ¡Muévete! Tanto es así que puede que incluso algún sofisticado ponente, con micrófono de diadema y pulsador en mano, haya ido ya a tu empresa a darte una “charla motivacional”.  Son tiempos de entrenadores laborales, pastores de tu marca personal. Facilitadores de relaciones humanas, portentos cuyo propósito de vida es susurrarte al oído que puedes llegar donde tú quieras. Que, si se cree y se trabaja, se puede. Y que, si al final no has podido, es porque no has trabajado lo suficiente. Tú eres el culpable.

No te sientas culpable por estar bien.

Culpable de no abandonar la rutina. Culpable de no salir de ese maravilloso ecosistema donde te sientes a gusto: la llamada zona de confort, un conjunto de hábitos, situaciones y comportamientos que hacen que te sientas seguro, sin riesgos. Nos muestran la zona de confort como un lugar nocivo, contaminado. Porque claro, ¿a quien no le excita el estrés? ¿No te gustaría que el suelo que pisas fuera siempre inestable? ¿Hay algo más estimulante que la permanente amenaza de un desastre?

Esta nociva propaganda sobre la necesidad de abandonar de la zona de confort ha encontrado su terreno más propicio en el ámbito laboral. No es casual, si llevásemos esta propuesta a otros ámbitos de la vida no se sostendría tras dos minutos de reflexión. ¿Imaginas que te alguien te invitara a abandonar a tu pareja tras diez años de relación estable y maravillosa, para no caer en tu zona de confort como compañero o amante? ¿imagina que te invitaran a cambiar de hijos pasada la adolescencia, para no entrar en tu zona de confort como padre o madre? ¿Absurdo verdad?

Pues en el ámbito laboral, se supone que uno puede mudarse cada dos años, incluso de país, arrastrando a cónyuge e hijos, como si uno fuera un feriante o viviera en un carromato de circo ¿Qué pasa con las vidas de tu pareja y tus hijos, ellos también deben abandonar su zona de confort contigo? ¿Dónde está el límite?

Rompamos el paradigma

Conviene reflexionar sobre una cultura que sostiene por interés, (no olvides que les pagan por ello) que cierto grado de tensión en la vida profesional nos ayuda a sentirnos más vivos y a disfrutar de los cambios. Hay empresas que incluso llevan más lejos estos postulados y evitan que sus empleados se sienten en un lugar fijo. Por supuesto, el dinamismo nunca conlleva enfrentarse a un jefe despótico, sino a aceptar un estrés laboral que a la larga no se traduce en más eficiencia. La angustia crónica nunca produce nada.

¿No resulta extraño que todo lo que te impide crecer, resulten ser precisamente las cosas bonitas de la vida?

Observa como los que te exhortan a abandonar tu zona de confort describen con palabras muy negativas lo que hace tu vida más fácil, lo que hace que merezca la pena ser vivida. Pero acaso, ¿no es lo más difícil, conseguir en entorno estable de relaciones donde proyectar una vida, a ser posible con garantías materiales? Por supuesto, esto no impide que debamos progresar, albergar ambiciones, crecer y cambiar o mejorar lo que nos disgusta de nuestras vidas. Pero hay que hacerlo cuando llega el momento adecuado, cuando estás preparado.

Abandonar la zona de confort es una decisión, nunca una obligación.

Abandonar la zona de confort, es en muchos casos abandonar tu propio eje y aunque al principio girar en excéntrico pueda parecer divertido, al final la pieza que gira siempre termina sufriendo daños. No es, ni física ni mentalmente recomendable someterse de manera continua al estrés que provoca vivir siempre fuera de la zona de confort. Recuerda que la zona de confort también es el lugar donde descansamos, nos recomponemos, reflexionamos y aprendemos. Así que, sal date una vuelta, busca nuevos límites, amplia fronteras pero vuelve cuanto antes a tu zona de confort, o nunca entenderás lo que viste.

Las vidas de la mayoría de nosotros giran alrededor de la estabilidad, ya sea familiar o residencial. Sí, puede que a algunos no les suene muy emocionante la perspectiva de dormir al lado de la misma persona durante tres o cuatro décadas. Ni siquiera que tus hijos lo sean durante el resto de tu vida.

No te sientas mal si tu vida te aburre a veces. El filósofo Pascal ya descifró que todas las desgracias del hombre vienen de no saber quedarse quitecito en su habitación. Otro francés, el poeta Baudelaire, proclamó que “la vida es un hospital donde cada enfermo está poseído por el deseo constante de cambiar de cama; éste querría sufrir delante de la estufa y el otro cree que sanará junto a la ventana.” Siempre nos ha parecido que estaríamos mejor donde no estamos.

Somos la única especie que crea lugares y los ama. Y a la que le gusta permanecer en ellos. Que no te saquen de ahí si no lo necesitas. No hay nada de malo en quedarse en la zona de confort. En ocasiones lleva toda la vida construirse una.

¿Debo abandonar la zona de confort?

Juanma Quelle

Speaker internacional

Coach ejecutivo y escritor

https://juanmaquelle.com

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